El hombre no ha cambiado:
solo cambian las circunstancias
Es muy divertido y entrañable repasar los álbumes de fotos que todos conservamos en nuestro hogar. Uno advierte los cambios que se han producido en el aspecto físico y en la indumentaria; todo nos parece tan lejano en el tiempo y a la vez tan cercano en los sentimientos…
¿Qué observamos en esas fotos? Imágenes por las que ha pasado el tiempo, pero que representan a la persona que soy. Es verdad que uno es la misma persona, pero a la vez distinta en vivencias y en circunstancias. Ciertamente han variado las circunstancias externas, pero ¿y la condición humana?
El hombre siempre se ha sentido mal ante un suceso triste o doloroso; alegre ante una buena noticia; lleno de envidia ante los éxitos de su semejante; rencoroso ante una jugada que le han hecho o extasiado ante la belleza de un paisaje.
La naturaleza del hombre no cambia. La condición humana de todos los tiempos hace que todos experimentemos la avaricia, la generosidad, la vanidad, el odio, la venganza, la ambición, la entrega, la bondad, la alegría...
La juventud de hoy está corrompida hasta el corazón. Es mala, atea y perezosa. Jamás será lo que la juventud ha de ser, ni será capaz de preservar nuestra cultura.
Esta afirmación, que se podría escuchar en nuestros días, corresponde a... una inscripción grabada en una tablilla babilónica del siglo XI a. de C.
Y si queréis una de sexo, sugiero la lectura de la historia de Susana que se cuenta en el libro del profeta Daniel[1].
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